El misterio de la colección robada es el primer juego creado por Escape City Box para su desarrollo en las calles de Madrid.
Con motivo del 200 cumpleaños que el Museo del Prado cumplía en el año 2019, año del lanzamiento de Escape City Box, queríamos que el primer juego diseñado para la ciudad de Madrid tuviera una estrecha relación con el Prado, gran atractivo de la ciudad, referente de la cultura española e internacional y uno de los museos más prestigiosos del mundo.
Además, en 2019 se cumplían los 80 años del traslado de obras de arte a Valencia, y posteriormente a otros puntos, que el Museo del Prado decidió evacuar de sus edificio ante el peligro de que la reciente Guerra Civil española causara daños a las obras. Aunque el traslado significaba poner en peligro y asumir grandes riesgos para la perfecta conservación de las obras, lo cierto es que pocos días después del traslado, a principios de noviembre de 1936, el museo fue alcanzado por varias bombas que, gracias a la rápida evacuación, no produjeron daños a las obras de arte.
El juego incluye este hecho para armar un robo ficticio por parte de una de las numerosas asociaciones secretas que durante los dos últimos siglos se crearon en España, que se hizo con algunas de esas obras durante el traslado, dando el cambiazo de las originales por una serie de obras falsas que hasta la actualidad el museo poseía erróneamente. Las obras originales permanecían ocultas a la espera de que los nuevos miembros de la asociación las vendieran para financiar sus objetivos.
Durante el juego, los jugadores descubren algunos puntos en los que las obras fueron falsificadas, así como los lugares donde fueron ocultadas hasta que el equipo de jugadores consiguen recuperarlas. Toda esta ficción se desarrolla mientras los jugadores recorren la ciudad de Madrid descubriendo algunas de sus zonas históricas, turísticas y emblemáticas, como la Gran Vía, el parque del Retiro, la Plaza Mayor o el Palacio Real. Pero además conocen los restos de las murallas musulmana/árabe y cristiana/medieval, la existencia de una extensa red de túneles por el subsuelo de Madrid, así como muchos otros entresijos, curiosidades y calles desconocidas del centro de Madrid.
¡ATENCIÓN SPOILER!
No sigas leyendo si aún no has jugado a El misterio de la colección robada.
A continuación resolvemos algunos puntos argumentales del juego desvelando su verdadera raíz histórica:
La existencia de “El Ángel Exterminador” y otras sociedades secretas, ¿qué hay de cierto?
Durante el juego habéis conocido a Jaime Alfonso “El barbudo”, un bandolero de ideas absolutistas que realizó crímenes contra muchos liberales y que fue ajusticiado públicamente el 5 de Julio de 1824 en Murcia. Fue, seguramente, el más popular de los bandoleros que sembraron el terror, especialmente en el sureste español, a lo largo del XIX. De su figura se cuentan grandes hazañas y, al mismo tiempo, terribles delitos.
En Madrid, según la conexión que hizo Florencio Luís Parreño (1822-1897) en su biografía novelada “Jaime Alfonso el Barbudo, el más valiente de los bandidos españoles” (1873), conoció al legendario bandolero madrileño Luis Candelas (1804), un rebelde sin causa que pertenecía a una familia acomodada de Lavapiés, que seducía a las mujeres y robaba a los hombres con guante blanco, fajín rojo y capa negra, y que hoy es referenciado en multitud de tabernas, bares, calles y leyendas de Madrid.
Por el barrio de las Letras o en el barrio de La Latina, dos de las zonas más castizas de Madrid y que pasado durante el juego, podréis encontrar tiendas, bares y restaurantes con su nombre o con su imagen.
La influencia de “El barbudo” fue tal que sus seguidores llegaron a crear una sociedad secreta, bajo la denominación de “El Ángel Exterminador”, que persiguió la eliminación física de todos los liberales y la defensa de las ideas ultraconservadoras del que se hacia llamar “General de la Fe”, como os explicó Bosco en una de sus comunicaciones. En la biografía novelada “Luis Candelas. El bandido de Madrid” (1928), el político y escritor Antonio Espina (1894-1972) narraba las vicisitudes de la mano derecha de Candelas, Francisco de Villena, apodado alias “Paco el Sastre” como sicario de “El Ángel Exterminador” junto con otro destacado de la banda, Mariano Balseiro.
La fundación de la sociedad secreta “El Ángel Exterminador” tiene varias posibles fechas, la más antigua es 1817 propuesta por su contemporáneo el General Juan Van Halen personaje novelesco masón y aventurero que se movía cómodamente entre las sociedades secretas de su tiempo. El hispanista británico Gerald Brenan (1894-1987) propone la fecha de 1821. Otro contemporáneo de ella, el novelista e historiador español Estanislao de Kotska Vayo (1804-1864), apuesta por el año 1823. La fecha más aceptada es 1827 expuesta entre otros por el intelectual y propagandista católico José Mariano Riera y Comas en “Misterios de las sectas secretas, ó, el franc-mason proscrito” (1864), en el volumen 1 pág. 503 a 508 donde habla de los entresijos de “El Ángel Exterminador”.
“El Ángel Exterminador” pretende hacer resurgir la inquisición tras su abolición definitiva en 1834 por Martínez de la Rosa. Para combatir a los liberales y a la oposición contra el resurgimiento de la inquisición y cualquier falta a “las normas del buen cristiano”. Un caso que se suele relacionar con El Ángel Exterminador es el juicio y ejecución de Cayetano Ripol, un profesor de escuela acusado de hereje que fue ejecutado por “sospechársele” masón, en 1827.
Además de numerosas incongruencias, existen muchas dudas sobre la existencia de “El Ángel Exterminador”, incluso por parte de sus contemporáneos y algún investigador actual, por ejemplo, Benito Pérez Galdós (1843-1920), al cual se le ha achacado la primera mención a esta sociedad secreta en sus “Episodios Nacionales”. En una de esas menciones dice “ningún historiador ha probado la existencia de El Ángel Exterminador”, tal y como pudisteis comprobar durante el juego.
Vicente de la Fuente (1817-1889), historiador español, en su excelente obra “Historia de las sociedades secretas antiguas y modernas en España, especialmente de la Franc-Masonería” (1874) apunta: “La sociedad del Angel Exterminador es una pura patraña inventada por la francmasonería”.
Hipólito Sanchiz, historiador actual, en su libro “Una historia de las sociedades secretas españolas” realizada junto al escritor León Arsenal sostiene que “El Ángel Exterminador” es creación de los liberales para desacreditar a sus adversarios, los absolutistas y católicos.
Hay muchos datos relacionados con “El Ángel Exterminador” conectados con las novelas históricas que evidentemente tienen licencia para la invención aunque partan de datos reales. Por otro lado, hay repeticiones de documentación, algunas incluso que provienen de fuentes acreditadas, están faltas de verificación y son erróneas, pero se han repetido hasta la saciedad. Todo esto y algunas cuestiones que hemos arrojado en este artículo nos hacen dudar de la existencia del Ángel Exterminador.
Durante el siglo XIX aparecieron por todo el mundo muchas organizaciones que denominándose secretas quisieron cambiar el rumbo de la historia del país en la que nacieron. Un siglo de romanticismo, ideales, liberalismos y absolutismos donde los viejos regímenes u obsoletos órdenes gubernamentales se estaban volviendo añejos y olían a rancios. Dentro de esa inestabilidad politicosocial los conservadores de las ideas antiguas estaban además de furiosos por las ideas nuevas de los liberales estaban temerosos, pues si se establecía el nuevo orden que muchos querían perderían los privilegios que ostentaban, el poder que tenían en sus manos se desvanecería dando al traste su aprovechamiento y explotación de los más débiles.
Los túneles desconocidos, la muralla árabe y los orígenes de Madrid
“Madrid está hueco”, así se expresan en la novela, y posterior película española, “La torre de los siete jorobados”, donde se muestra la existencia en Madrid de una “intraurbe” laberíntica y gótica. Aunque parece una locura, lo cierto es que Madrid posee cuatro mil quinientos kilómetros de túneles, galerías y pasadizos que nos permitirían recorrer la ciudad de punta a punta sin salir a la superficie.
Estos son algunos túneles y construcciones subterráneas conocidas de Madrid:
La torre de los huesos: La obra de un aparcamiento subterráneo en la plaza de Oriente puso al descubierto una atalaya de origen islámico, construida en el siglo XI por la población musulmana como parte del sistema defensivo de la ciudadela de Mayrit. Pese a que la mayoría de los expertos coinciden en que se trata de restos de arquitectura árabe, algunos autores han defendido el origen cristiano de la atalaya, puesto que cristianos eran quienes construyeron una muralla junto a ella en el siglo XII. Los restos de tal muralla, por cierto, aún pueden verse en el interior de la prestigiosa pastelería Santa Eulalia, en el número 29 de la calle Espejo. Del mismo modo, todavía existen vestigios de los pozos y norias excavados por los árabes para captar las aguas subterráneas de Madrid: por algo Mohamed I bautizó al germen primigenio de la Villa y Corte como «Mayrit», que significa ‘tierra rica en agua’.
La cripta del obispo: Los Vargas fueron una de las familias más poderosas de la Baja Edad Media. Entre la Casa de los Vargas y la capilla de Santa María, que había construido, se construyó un amplio pasadizo para que los nobles pudieran pasar a adorar al santo sin salir a la intemperie. Años después, el obispo don Gutierrez de Vargas, decidió transformarla en una suntuosa cripta para él y sus padres, ampliando el recinto, dotándolo con un impresionante retablo y llenándolo con monumentos funerarios, objetos de plata y atuendos litúrgicos variados. En los años sesenta del siglo XX, unos ladrones aprovecharían el pasadizo de los Vargas para acceder a la cripta y robar armaduras, espadas, cotas de malla y otros valiosos objetos que allí se guardaban.
El pasadizo de la Encarnación: Este pasaje conectaba el antiguo Alcázar de Madrid con el monasterio de la Encarnación. Fue excavado a principios del siglo XVI por deseo expreso de la reina Margarita de Austria, que gustaba de visitar con frecuencia el convento del que era fundadora. Su hijo, Felipe IV, que, según la leyenda, llenó de obras maestras de la pintura y que cuando se inundaba paseaba por él en góndola en busca de su novicia Margarita de la Cruz, mandó construir toda una red de túneles secretos que partían del Alcázar porque consideraba a Madrid una ciudad mal estructurada y repleta de callejuelas.
El túnel de Bonaparte: Cerca del actual Madrid Río, fue construido entre 1809 y 1811 a instancias de José I Bonaparte. Empezaba en la fachada oeste del Palacio Real y atravesaba los jardines del Campo del Moro, cruzando el río con un puente de madera hasta llegar a la Casa de Vargas. El rey se valía del túnel para ocultarse en este palacete donde, amén de sentirse a salvo de una plebe que lo repudiaba, podía verse con una actriz con la que estaba liado. Su sucesor Fernando VII construyó el Puente del Rey para mejorar la utilización del túnel. También Alfonso XII usó el túnel de Bonaparte, cuando era joven y crápula, para visitar la ciudad de incógnito y emborracharse en los antros de la noche. Sin embargo, su heredero, Alfonso XIII, utilizaría el túnel para un asunto bastante menos frívolo: salir pitando de palacio tras la proclamación de la Segunda República.
Las cuevas de Luis Candelas: Para escapar de la justicia, como intentó el líder de “El ángel exterminador” en el juego, Candelas utilizaba la red de pasadizos que ya existía bajo Madrid, estableciendo su madriguera en una de las entradas a los túneles, ubicada en la calle Cuchilleros número 1. Allí se escondía con su cuadrilla para tramar golpes y repartir botines. Hoy es un restaurante muy célebre llamado Las Cuevas de Luis Candelas, donde aún se respira cierto aroma a canalla castiza.
El búnker de Franco: En la plaza de la Marina Española, bajo la actual sede del Senado, hubo antaño una galería de tiro subterránea, que en el siglo XIX fue utilizada para practicar la puntería por los militares de un cuartel cercano. En 1946, Franco mandó construir en la vieja galería subterránea un búnker para su uso personal, pues la situación mundial le hacía temer por su vida.
Las madrigueras del Congreso: El Congreso de los Diputados dispone de los pasadizos más lujosos de Madrid: unas amplias arterias que pasan bajo la carrera de San Jerónimo y conectan con las oficinas de grupos parlamentarios que se emplazan en la vieja sede del Banco Exterior de España. Además, justo bajo el hemiciclo hay toda una trama arquitectónica subterránea, con decenas de columnas de cinco metros de altura que pertenecieron al convento del Espíritu Santo, desamortizado y soterrado en 1842. Y todavía existe un pasadizo de cien metros que conecta el Congreso con el Ateneo, que usaba el expresidente Azaña para compaginar la presidencia del Ateneo y el Ministerio de Guerra.
El foso del Banco de España: El tesoro mejor guardado de Madrid es, sin duda, el del Banco de España. Una cámara acorazada enterrada a una profundidad de siete plantas por debajo del banco, en un túnel vertical de treinta y seis metros al que solo se accede por un inexpugnable ascensor. Al llegar al fondo, tras varias puertas blindadas a prueba de bombas, hay un foso que solo puede atravesarse mediante un puente retráctil. Por último, una puerta blindada protege la cámara acorazada de mil quinientos metros cuadrados donde se encuentra el tesoro, compuesto por más de cinco mil lingotes y unos dos millones de monedas de oro. En este banco no se ha producido jamás un intento de robo, pues hasta el ladrón más tonto sabe que es misión imposible: aun en caso de que alguien consiguiera pasar la última pantalla, saltarían las alarmas de la cámara acorazada, sus puertas de seguridad se cerrarían automáticamente, los pasillos quedarían sellados, y se procedería a la inundación de todas las dependencias, gracias a un conducto que usa el agua de la fuente de la Cibeles. En tiempos también había una línea de ferrocarril conectada a la cámara acorazada, de la que hoy solo quedan un túnel ruinoso y una vía muerta.
Las tripas de Cibeles: En la plaza de Cibeles hay una gran confluencia de túneles, sótanos y pasadizos. Los más largos son los excavados por los republicanos desde Chamberí al Palacio Buenavista, hoy Cuartel General del Ejército, a su vez conectado con el búnker antiaéreo que entre 1936 y 1939 albergó la sede subterránea del Estado Mayor del Ejército Republicano. Al búnker se accedía, por cierto, a través de unos servicios públicos que todavía existen, aunque ya no tienen conexión alguna con el subsuelo si obviamos la tubería fecal que desemboca en las alcantarillas.
Por un Madrid subterráneo: Dados los problemas de superpoblación, especulación y contaminación que padece Madrid, quizá lo más sensato es que empezara a crecer hacia abajo. Como Madrid aún se recuperaba de los desperfectos de la guerra, don Juan sugirió crear una urbe alternativa que serviría como búnker ante nuevas amenazas, y, además, mejoraría la calidad de vida del madrileño, pues, como preveía el ingeniero, «viviríamos a decenas de metros bajo tierra, disfrutando de un ocio moderno y elegante, con comercios, restaurantes, bares, locales de esparcimiento…». Pero el proyecto cayó en saco roto, y ni siquiera su propio artífice se atrevió a retomarlo cuando llegó a la alcaldía de Madrid en 1976. Otro alcalde que tuvo sueños subterráneos fue José María Álvarez del Manzano, que en 1998 entregó un proyecto para construir una red de autopistas bajo tierra entre la M-40 y el centro de la capital.
Quizá ahora sea el momento de recuperar los proyectos de estos alcaldes visionarios y apostar por un Madrid subterráneo. Sería una auténtica vuelta a los orígenes: no hay que olvidar que esta ciudad fue construida sobre siete colinas, así que, en el fondo, siempre ha estado hueca.
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